lunes, 7 de julio de 2008

EMILIO PRADOS


DORMIDO EN LA HIERBA

Todos vienen a darme concejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Todos se acercan y me dicen:
-La vida se te va,
y tú te tiendes en la hierba,
bajo la luz más tenue del crepúsculo,
atento solamente
a mirar como nace
el temblor del lucero
o el pequeño rumor
del agua, entre los árboles.

Y tú te tiendes sobre la hierba:
cuando ya tus cabellos
comienzan a sentir,
más cerca y fríos que nunca,
la caricia y el beso
de la mano constante
y sueño de la luna.

Y tú te tiendes sobre la hierba:
cuando apenas si puedes
sentir en tu costado
el húmedo calor
del grano que germina
y el amargo crujir
de la rosa ya muerta.

Y tú te tiendes sobre la hierba;
cuando apenas si el viento
contiene su rigor,
al mirar en ruina
los muros de tu espalda,
y el sol ni se detiene
a levantar tu sangre del silencio.

Todos se acercan y me dicen:
-La vida se te va.
Tú vienes de la orilla
donde crece el romero y la alhucema
entre la nieve y el jazmín, eternos,
y es un mar todo espumas
lo que aquí te ha traído
para que cantes…
Y tú te duermes sobre la hierba.

Todos se acercan para decirme
-Te duermes en la tierra
y tu corazón sangra
y sangra, gota a gota,
ya sin dolor, encima de tu sueño,
como en lo más oculto
del jardín, en la noche,
ya sin olor, se muere la violeta.

Todos vienen a darme concejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Sólo si algún amigo
se acerca y, sin pregunta,
me da su abrazo entre las sombras:
lo llevo hasta asomarnos
al borde, juntos, del abismo,
y en sus profundas aguas
ver llorar a la luna y su reflejo,
que más tarde ha de hundirse
como piedra de oro
bajo el otoño frío de la muerte.

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