jueves, 10 de febrero de 2011

MARTA ORTIZ




ORÁCULO
......................…el recuerdo es el pliegue y el olvido la urdimbre.
...........................................Walter Benjamin
                     I

Esa mujer trenzaba un rodete en la curva de la nuca.

Un suburbio de agua,
su retrato
abruma mi ciudad de olvido.
La mirada aguda interpela el vacío.

Hubo glicinas
tardes de mimbre
sombrillitas chinas
muñecas Marilú,

las voces niñas de las otras nietas
desenterraban
el único hueso escamoteado para mí:
el mito,
silencio de camafeo.



............II

No la abuela que no conocí,
la que bebió del cactus en el desierto
el agua
la que pisó corajuda el fortín
a contramarea de la patria
vulnerada y venerada
en mi ciudad de amnesia.

No la que murió
loca de vieja y asmática
en el confín,
del que un día
no bajó más
altillo des-aireado
solo fatiga y asfixia.

Para que se cumpliera
cada línea y entrelínea,
el oráculo
al pie de mi cuna cifrado:
su mirada nunca encendería la mía.

Solo puentes.
Voces tendidas en el tiempo.


-Rosario, Santa Fe-



5 comentarios:

Laic07 dijo...

Hermosos recuerdos de la infancia, que también fueron mios.
Bellamente escritos. Felicito a la autora.
Liliana

Marta Ortiz dijo...

gracias Liliana, por recrear mi poema.
Gracias Norma por esta publicación y por la hermosa imagen que acompaña, se trata de un poema para mí, entrañable, un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Tremendo poema sobre la identidad, los ancestros, lo que ellos nos dejaron concientemente y no, esas voces tendidas en el tiempo, los trae y dignifica, un abrazo, María Chapp

Marina dijo...

Marta, la negación se vuelve aceptación de todos los matices que conformaron a esa persona indispensable, esas voces del destino, que hizo posible el tuyo, hermoso poema.
Marina C Kohon

Marta Ortiz dijo...

gracias María y marina por dos lecturas atentas que reinterpretan lo escrito arrojando más y más luz;
el poema es mi recuperación de la figura de una abuela que no conocí, tardó mucho tiempo en encontrar su forma definitiva. abrazos a las dos, Marta